“Siete mil asteroides de gran tamaño se acercan a la Tierra”. Cuando leí tal titular en un conocido medio de comunicación, me quedé bastante sorprendido puesto que la declaración, efectuada supuestamente por Boris Shustov, director del Instituto de Astronomía de la Academia Rusa de las Ciencias, no se correspondía con los datos publicados por NASA.
Al acudir a la página web del proyecto de Objetos Cercanos a la Tierra pude constatar un error en la información suministrada por numerosos medios en internet. Ni semejante cantidad de asteroides se acerca a la Tierra, ni se tienen catalogados tantos de “gran tamaño”,es decir, que supere el millar de metros.
Posiblemente, todo se debiera a un error al interpretar las palabras de Shustov o a las prisas típicas de las redacciones. Shustov vino a suscribir algo que ya era conocido, por ser público, en la referida tabla que la agencia norteamericana mantiene en la red: que existen siete mil objetos cercanos a la Tierra, es decir, asteroides y cometas que en algún momento del futuro podrían cruzarse con la trayectoria de la Tierra. Como se podrá apreciar, existe una clara diferencia con el aludido titular al principio de este texto. Por tanto, tampoco se entiende la desmedida importancia que se le han dado a las palabras del científico ruso. Como digo, ya era vox populi.
Efectivamente, a fecha de 1 de julio, se tienen registrados 7.137 objetos cercanos a la Tierra, de los que 1.134 son considerados “asteroides potencialmente peligrosos”. Esto querría decir que la distancia mínima entre su órbita y la de la Tierra es de sólo 0.05 unidades astronómicas; relativamente cerca de nuestro planeta. De éstos, poco más de un centenar pueden ser considerados como de “gran tamaño”.
Este tipo de manifestaciones hacen referencia a información conocida por la comunidad científica aunque no entre la opinión pública y, probablemente, lo que pretendan sea crear cierto estado de inquietud que presione a la clase política y a las instituciones -a los que toman las decisiones, en definitiva- a establecer planes que permitan a la Humanidad afrontar con tiempo un problema que se presentará tarde o temprano.
Lo cierto es que la toma de conciencia respecto a la posibilidad de la colisión con un asteroide parece mayor y cada vez son más frecuentes las reuniones en foros internacionales para consensuar políticas en este terreno. Sin ir más lejos, el 7 de julio tendrá lugar en Moscú una reunión entre miembros de la Comisión Europea y la Agencia Espacial Rusa.
El foro va a centrar su debate en la toma concreta de decisiones para evitar el choque de un asteroide contra nuestro planeta.
Pese a que la NASA ya redujo en octubre del pasado año el riesgo de colisión del Apophis, esta roca sigue preocupando a los rusos. Anatoli Perminov, director de la agencia espacial Roscosmos, ha prometido en el tiempo que queda hasta 2036, fecha de máxima proximidad del asteroide, el desarrollo de tecnología para afrontar este problema; una amenaza que, de cumplirse, en palabras de Perminov, podría convertir en desierto una superficie equivalente a la de Francia.
Sobre los medios adecuados para desviar un asteroide de su trayectoria de colisión, los rusos han declarado que evitarán el uso de armas nucleares y que se hará aprovechando el impulso de la gravedad, es decir, un artefacto será enviado desde la Tierra y empujará a la roca, alterando su órbita.
Sin embargo, la posibilidad de una bomba nuclear no es descartada por todos los científicos. Recientemente, el físico David Dearborne, del Lawrence Livermore Nacional Laboratory (California), ha propuesto que la instalación de una carga atómica en el asteroide, máxime cuando quedara poco tiempo para reaccionar ante el peligro, debería ser contemplada. Quince días bastarían para enviar una sonda que colocara una bomba en la roca. El riesgo de que alguno de los fragmentos resultantes cayera en una región habitada es asumido pero aún así, según Dearborne, sería la elección más rentable y efectiva
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