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Canarias y la gripe española


La mal denominada “gripe española” fue una de las mayores crisis sanitarias de la Historia de la Humanidad. Tuvo lugar en 1918, hace justo 100 años, prácticamente coincidiendo con la finalización de la Primera Guerra Mundial y, posiblemente, precipitando el fin de la contienda debido al número de bajas que provocó en algunos frentes. Supuso un cuello de botella dentro de la cronología del ser humano que ocasionó la muerte de al menos 50 millones de personas (algunas estimaciones hablan de 100 millones). 

Casi la mitad de la población mundial afectada
El impacto en la población mundial fue descomunal: al menos 1.800 millones de personas habrían resultado contagiadas, prácticamente la mitad de los habitantes del planeta.  Esta abrumadora capacidad de contagio llama mucho la atención si tenemos en cuenta que la epidemia se produjo en 1918, una época en la que el concepto de globalización (un factor determinante en las epidemias recientes) aún resultaba un tanto lejano y la aviación comercial no se había desarrollado.
Para comprender el grado de difusión del virus tenemos que situarnos en el contexto histórico de la Primera Guerra Mundial. Los continuos desplazamientos de tropas hacia el frente de combate fueron un factor clave en la evolución de la pandemia. Las condiciones de hacinamiento en las trincheras y en lo barcos hicieron que el virus se moviera a sus anchas. Las crónicas periodísticas de la época solían hablar de decenas de cadáveres que llegaban a los puertos dentro de los barcos que desplazaban a las tropas.


En la prensa de la época se no faltó la ironía ante la magnitud del desastre sanitario

El nombre del virus puede llevar a equívoco ya que poco tuvo que ver España con su origen. De hecho, el foco de la epidemia se ha situado en Fort Riley, Estados Unidos, en marzo de 1918, si bien es cierto que ya se habían detectado algunas afecciones en campamentos militares en otoño de 1917. Esta circunstancia hace suponer que, en algún momento, el virus mutó adquiriendo una capacidad de contagio letal nunca vista. 
Sin embargo, fue España el país que libremente informó sobre la pandemia, dada su condición de neutralidad durante la Guerra. Mientras, en los países implicados en el conflicto se impuso la censura para evitar, de esta forma, informar sobre el número de bajas. Pero esto no quiere decir que en España no golpeara la gripe española. Lo hizo aunque, eso sí, en un grado ligeramente inferior al de otros países. En Inglaterra se estima que murieron alrededor de 250.000 personas, en Francia unas 400.000, mientras que en nuestro país el número de muertes ascendió a 200.000, una cifra extraordinaria en cualquier caso.


El veterano médico Andrés Navarro Torrens fue recordado por su altruista labor
 en el tratamiento de los afectados por la gripe en Las Palmas (Imagen: Enrique Ponce)

En Canarias, menos muertos por la gripe
El impacto por provincias fue desigual. En Canarias, por ejemplo, las tasas de afectados fueron, junto al archipiélago balear, notablemente inferiores al promedio nacional. Por ejemplo, en el verano de 2018, cuando la pandemia ya llevaba varios meses descontrolada, la tasa de mortalidad era, en el centro de la península ibérica, la región más afectada, aproximadamente de seis por cada 10.000 habitantes, mientras que en Canarias era de uno. Obviamente (y por una vez, pensará más de uno), algo estábamos haciendo bien.
Es posible que la condición insular permitiera un mejor control de los puertos, sometiendo a fuertes cuarentenas a los tripulantes sospechosos de este padecimiento.
El diario local El Progreso, en su edición del 12 de octubre de 1918, habla de algunos de estos casos. El cronista cuenta cómo los barcos Legazpi y San Carlos fueron severamente vigilados a su llegada a Gando, al este de Gran Canaria, o del estado de salud de algunos marinos del barco Infanta aquejados por la gripe. También se hace eco del fallecimiento de un tripulante del vapor Ciudad de Cádiz a su llegada a Las Palmas y de las afecciones de dos marineros en el buque interinsular Gomera-Hierro, que, aunque enfermos, fueron finalmente recuperados. En definitiva, los puertos, factor clave en la dispersión del virus, fueron controlados. 



Otro foco de atención de las autoridades sanitarias canarias, según cuenta el rotativo, fueron los cuarteles. No hay que perder de vista que fueron las condiciones de hacinamiento de algunos campamentos militares en Estados Unidos las que iniciaron la descontrolada expansión de la enfermedad. 
Así, en Gran Canaria, en el cuartel de San Francisco, sigue contando El Progreso, enfermaron nada menos que 30 personas. Tuvieron que ser atendidos en las propias instalaciones militares al no tener cabida en el hospital, según relata el cronista. Al efecto, se habilitaron algunos departamentos del cuartel como hospitales.
El episodio del cuartel de San Francisco da cuenta de un aspecto inédito en las epidemias de gripe: el grado en que afectó mayormente a la población joven. Hablamos en este caso de chicos de en torno a la veintena que fueron golpeados por el virus. Por contra, los mayores fueron los menos afectados. Algunos expertos han explicado la insólita resistencia de los ancianos al virus a que ya estaban inmunizados, dado que probablemente habrían sido víctimas de otra pandemia de gripe anterior, ésta en 1889.
Pese a todo, la forma en que se presentó la gripe en el archipiélago no fue especialmente importante, por lo menos si la comparamos con el resto del territorio nacional. Durante aquellos días, El Delegado del Gobierno español en El Hierro aseguraba, en unas palabras recogidas por el citado periódico, que “la gripe se había presentado de forma benigna”, y que, en aquella isla por lo menos, “las pocas defunciones que han habido han sido por otros padecimientos”.

Desinfectando las calles de Las Palmas
Siguiendo con El Progreso, pero ya en su edición del 4 de noviembre de 1918, es decir, casi un mes después, se da cuenta de las estrictas medidas que tomaron las autoridades de Las Palmas para contener la enfermedad. Así, se suspendieron los juicios con jurados. Prácticamente, se paralizó la actividad judicial de la ciudad.
La denominada Junta Insular de Sanidad acabó reuniéndose diariamente “para tomar decisiones según el estado sanitario de la isla”. 
En el ayuntamiento de Las Palmas se reunían médicos y policías, con el fin de coordinar las labores diarias de control sobre la población. El acento se puso en la higiene, actuando sobre todo, en los barrios periféricos. Se organizaron tres cuadrillas de 4 hombres cada una con un capataz al frente. Limpiaron la ciudad, empezando por al Puerto de la Luz, el lugar que se sospechaba que pudiese ser una de las principales vías de acceso del virus hacia la isla, y siguiendo con los barrios de Arenales y San José.
Hicieron desaparecer estercoleros y lugares de crías de animales. Regaron las vías públicas con abundante desinfectante y desocuparon las cloacas.También organizaron visitas domiciliarias, cuya inspección estuvo a cargo del Doctor Andrés Navarro Torrens, con la finalidad de asegurar el cumplimiento estricto de las medidas sanitarias. 
En esta misma edición de El Progreso se informa de la triste muerte de dos niños en el barrio de San José, dos críos de 8 y 9 años, y de cómo un grupo de vecinos de San Nicolás fue aislado. También se da cuenta del traslado de Micaela Hernández Rodríguez, de 33 años, y vecina de La Isleta, en una ambulancia de la Cruz Roja hacia el “hospital de infecciosos de Alcaravaneras”. La afectada padecía gripe aunque había sufrido complicaciones debido a una bronconeumonía.
Pese a que la gestión de esta crisis en Canarias dio mejores resultados que en la mayoría del país, el rotativo cierra su crónica elevando la voz sobre la gestión de las autoridades locales. Se queja de que “las medidas no son suficientes” y que “aquí todo es indiferencia”. Se tilda a las autoridades de “incompetentes” y se lamenta de que “todo se confía al clima y al sol”. 


Referencias:
Periódico El Imparcial, 20 de marzo de 1919
Periódico El Progreso, 12 de octubre de 1918
Periódico El Progreso, 4 de noviembre de 1918
Periódico Gaceta de Tenerife. 17 de noviembre de 1918

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